Salir de la indefensión aprendida.
Salir de la indefensión aprendida.
Entre la jerga sindical es común usar el término Padefo definido en el blog Laboro (blog de asesoramiento laboral) como “trabajador cuya máxima en la vida es “PAso DE FOllones””. No vamos a comentar mucho respecto a éstos por las múltiples referencias que existen al respecto. Si, en cambio, vamos a tratar una de las causas, que no la única, por la que el padefo se comporta como tal.
Cuando un trabajador progresivamente acepta que se le recorten derechos o se le reduzca el sueldo, manipulen sus vacaciones libremente, aumenten su jornada…, es porque existe miedo, temen llamar la atención como “follonero” y ser seleccionado por el patrón como víctima para su próxima “atrocidad”. “Si no levanto la cabeza, no discrepo y no me quejo, no pondrán su punto de mira en mí. Además, demandar para qué, si total no va a cambiar nada”. Este comportamiento pasivo debido a la sensación subjetiva de no poder hacer nada es un síntoma irrefutable de indefensión aprendida.
Llevado al caso más extremo es el mismo mecanismo por el cual las víctimas de violencia doméstica no abandonan el hogar o los judíos no se rebelaron contra el exterminio nazi. Como resultado de un proceso sistemático de violencia, la víctima aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil.
Y es que, para que una persona padezca indefensión aprendida es necesario que se ejerza violencia sobre ésta. La clase trabajadora sigue padeciendo las dos reformas laborales de 2010 y 2012, que han recortado derechos a los trabajadores, facilitado y abaratado el despido, debilitado la negociación colectiva y reforzando el poder del empresario para modificar, unilateralmente, las condiciones pactadas en el contrato. Además proclaman que el sistema es bueno y necesario, que está funcionando.
Por otro lado la empresa mina la autoestima de la clase trabajadora mediante un sencillo círculo vicioso de falsedades que nos repiten hasta que nos las creemos: el mercado está muy mal como si nadie necesitase tu trabajo (falso, el trabajador es la fuente de riqueza fundamental), los sueldos están muy bajos (falso, los están bajando artificialmente contratando becarios a los que inflan sus currículos obteniendo cada vez más beneficios). El trabajador se llega a sentir culpable al no estar formado ni preparado ante utópicas exigencias de ofertas de empleo sólo realizables mediante los ya mencionados currículos henchidos.
Ante este panorama el trabajador sólo puede actuar de dos formas. La primera es auto convencerse de que no existe una alternativa mejor. En este caso no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación. Temeroso y paralizado, no reacciona ante las injusticias y las pérdidas de derechos que se le imponen al ser tratadas como “inevitables”, aceptando entrar en el círculo y haciendo ciertos los bulos.
La alternativa, en cambio, es revelarse contra el sistema, creando un discurso que contradiga la verdad oficial y que llegado el momento pueda alterarla, modificarla o incluso invertirla. Salir de la indefensión aprendida en la que nos encontramos inmersos requiere del reconocimiento de uno mismo como dominado y tomar conciencia de clase, salir a la calle y compartir espacios.
Es necesario recordar que gracias a la unidad y la lucha de nuestros antecesores disfrutamos de los derechos que, por nuestra inacción, estamos dejando que se nos escurran entre los dedos. Tenemos grandes ejemplos de que la asociación da frutos, desde el reconocimiento y bonificaciones por la penosidad en el trabajo de los mineros hasta la jornada laboral de 8 horas en España tras una huelga ejemplar de 48 días.
El apoyo mutuo y la solidaridad entre los trabajadores recuperarán la autoestima de la clase trabajadora como fuente de riqueza fundamental.